Abbey Zorzi, 22 - Heroina
Last Updated: Tuesday November 30, 2021
Author Abbey Zorzi playing basketball as a high school junior
Todos sabemos cómo se ven los adictos, ¿verdad?
Imaginaba a los adictos como alguien bajo un puente, con una aguja clavada en el brazo. Así pueden verse las últimas fases de la adicción, pero ciertamente no empieza así. Nunca me imaginé a mí como adicta hasta que lo fui en mi adolescencia.
Ahora tengo 22 años y cumplo sin consumirlas poco más de dos años. Mis experiencias me inspiraron a ser especialista en adicciones y llegué al Archivo Fred Rogers para aprender lo que el señor Rogers tenía por decir sobre el tema de la adicción.
Encontré un artículo suyo titulado “Niños, magia y abuso de drogas”.* Cuando lo leí me sentí conectada emocionalmente con sus palabras. Mis luchas reflejaban muchas cosas que él había escrito. Quiero relatar mi historia para ayudar a jóvenes y adultos a entender que la adicción no siempre se ve como pensamos.
“Nuestro trabajo como adultos es encontrar la forma de ayudar a los jóvenes a crecer con la convicción de que pueden alcanzar la autorrealización sin necesidad de inyectársela o aspirarla.” (Fred Rogers)
Un futuro brillante
De niña tuve una familia amorosa, me encantaban las competencias y los deportes, y tuve buenas calificaciones. Mi futuro se veía brillante. ¿Qué podía salir mal?
Al igual que toda adolescente, yo quería encajar con los chicos de mi edad. Ir a fiestas y beber alcohol era la norma en secundaria. Todos los demás lo hacían. ¿Por qué yo no habría de hacerlo también? En mi primer año en secundaria descubrí que la euforia del alcohol superaba la inyección de adrenalina que representaba lanzar el tiro ganador en el básquetbol. El alcohol se convirtió en mi manta de seguridad. Cubría los problemas de autoconfianza que yo había sentido en secreto toda la vida. No pensaba que el alcohol fuera un problema. La vida continuaba mientras yo me la bebía. Eso apenas fue el principio de una temporada larga y miserable.
Cuando me extrajeron la muela del juicio, en el segundo año de secundaria, el doctor me recetó Vicodin para el dolor. No sabía mucho de adicciones ni de lo que las drogas pueden hacerle al cuerpo. Tomaba más Vicodin del que el doctor me había recetado. Me acabé dos frascos de esa cosa en tan solo una semana. Cuando me los terminé comencé a tener dolores de cabeza y antojos frecuentes.
El rostro de la adicción
Mis amigos me dijeron dónde podía comprar narcóticos para no tener que seguir sufriendo por la abstinencia. Así empecé a comprar Vicodin en la calle. Seguía buscando el “pasón” porque me encantaba cómo me hacía sentir. Conforme aumentaba mi tolerancia, necesitaba más cada vez para conseguir el efecto deseado. Empecé a tomar narcóticos más fuertes, como Percocet, OxyContin, Opana y morfina. Luego que las píldoras en la calle se volvieron demasiado caras, la heroína fue una opción viable.
Cuando descubrí la heroína, me dije a mí misma que jamás me la inyectaría pues las agujas me daban mucho miedo. (Mi madre tenía que sujetarme en el consultorio cuando era necesario que me vacunaran.) Pero la adicción me transformó en otra persona. No más de dos semanas después de que empecé a tomar la droga ya me la estaba inyectando.
Pensaba para mis adentros: “Esto es lo que se siente enamorarse.” La heroína se volvió mi mejor amiga, mi compañera afectiva y, a fin de cuentas, mi pareja doméstica abusiva. Teníamos una relación de amor-odio. Después de una o dos semanas de estar consumiéndola, me sentía atrapada y asustada. Llegó un momento en que supe muy en el fondo de mi corazón que no habría vuelta atrás. La heroína tenía el control total de mi vida, física y mentalmente. Una vez que la droga estaba adentro de mí, me decía qué hacer. Yo no tomaba heroína; la heroína me tomaba a mí.
“Me pregunto si aquellos que toman drogas sienten que no pueden ser o hacer nada de valor excepto mediante magia. Porque en el análisis final, ¿acaso no es eso lo que son las drogas, una especie de magia? ¿Una magia que resuelve las incomodidades y da la sensación de ser importante, quizá de ser omnipotente?” (Fred Rogers)
Yo no sabía cómo parar. Traté de dejarla por mi cuenta muchas veces, pero nunca lo logré. Esos tiempos oscuros duraron alrededor de dos años. Pasé de ser una estrella del atletismo a una adicta a la heroína. Yo me imploraba a mí misma y lloraba diariamente pues quería dejar de consumir, pero mi adicción no me permitía parar. El odio contra mí misma era fuerte y profundo. Cada día era oscuro y enfermizo en mi mundo. La vida empezó a alejarse de mí, justo ante mis ojos. Nunca he experimentado una sensación tan desesperante y tan falta de esperanza que cuando me sentaba en el piso del baño, frío y duro, para prepararme a consumir una vez más.
Rehabilitación: Una opción
Cuando estaba en primer año del colegio tuve la oportunidad de ir a un establecimiento de rehabilitación por un mes. Alrededor del 99% de mi mente me decía que no fuera. Mi enfermedad no quería dejarme. Quería que yo sufriera y que, a fin de cuentas, muriera. Pero una pequeña parte de mi mente me dijo que aprovechara esa oportunidad. Me eché un buen vistazo a mí misma, con lágrimas rodándome por las mejillas, y me dije que no quería volver a sentir eso nunca más. Esa desesperación fue un regalo precioso que me salvó la vida. Fue la decisión más difícil que haya tomado, pero fui a rehabilitación.
Ahí me sentí segura. Las primeras dos semanas fueron difíciles, pero poco a poco se fue haciendo más fácil. La desintoxicación no fue, ni por mucho, la parte más difícil. El personal médico proporciona medicamentos para aliviar el dolor, pero el proceso de todos modos es difícil. Yo estaba drenada, tanto física como mentalmente. Sentía como si ni siquiera conociera a la persona que habitaba en mí.
De no ser por los asesores, creo que no me hubiera quedado más de una semana. Tenían abierta la puerta todo el día en caso de que yo necesitara hablar. Me escuchaban y me reconfortaban cuando yo sacaba a borbotones todos mis problemas. No confiaba en mí misma, así que confiaba en ellos y en los consejos que me daban. Los consejeros de rehabilitación me colmaron de confianza y esperanza. Les debo la vida.
“Toda persona tiene esperanzas más allá de sus capacidades presentes y me parece que es nuestra misión ayudar a los niños a que se esfuercen por lo que quieren y no a que traten de conseguirlo con drogas u otro tipo de magia.” (Fred Rogers)
Lo que hice en rehabilitación me sirvió de práctica para la vida real. El día que salí de rehabilitación fue uno de los que más miedo he experimentado en mi vida. Limpiarse es mucho más fácil que mantenerse limpia. Ya no estaba en mi zona de confort. Estaba aterrada por la posibilidad de recaer, pero había aprendido que tenía la libertad de elegir. No tenía que hacerles caso a mis pensamientos. No fue fácil, pero hice lo que mis asesores me sugirieron para mantenerme limpia. Me dijeron que me alejara de la gente y los lugares que yo asociaba con las drogas. También me sugirieron que fuera a reuniones de 12 pasos y encontrara a personas que tuvieran lo que yo quería.
Recuperación y apoyo
Mi desesperación por mantenerme limpia era más fuerte de lo que jamás había sido, así que hice caso a sus consejos. Experimenté momentos dolorosos en recuperación, pero pude llegar al otro lado con la ayuda de otros que también estaban en recuperación. Estar recuperándome de la adicción significa que debo de tratar mi enfermedad día con día, asistir a reuniones de 12 pasos, relacionarme con otros adictos en recuperación y ayudar a quienes lo necesiten. Si decido no hacer esta labor de mantenimiento, mi enfermedad se impondrá sobre mí y recaeré.
Tengo antojos y pienso en volver a consumir casi todos los días. No hay cura para la adicción, pero la enfermedad puede detenerse y tratarse. Sé que en tanto no tome la primera droga, todo me saldrá muy bien en la vida. Como adicta, yo sé que no tengo una deficiencia moral. Estoy enferma y tengo que tratar mi enfermedad, pues de otro modo moriría.
Esto es lo que quiero que ustedes sepan: Es posible recuperarse. Cualquier adicto puede dejar de consumir, perder el deseo de consumir y encontrar una nueva forma de vida. Yo he estado limpia desde el 16 de agosto de 2013. Si una adicta como yo puede estar limpia día tras día, cualquiera lo puede.
El rostro de la esperanza
Entonces, ¿cómo se ven los adictos?
Yo soy el rostro de la adicción. También soy el rostro de la recuperación y la esperanza.
Por eso quiero divulgar mi historia. Yo creo, como escribió Fred Rogers, que:
“Nuestro trabajo como adultos es encontrar la forma de ayudar a los jóvenes a crecer con la convicción de que pueden alcanzar la autorrealización sin necesidad de inyectársela o aspirarla.”
¿De qué me sirve la recuperación si no digo lo que pienso y ayudo a otros? Como voluntaria, hablo en escuelas, programas de prevención, centros de detención juvenil, cárceles y hospitales mentales, pues no debo guardarme para mi sola el regalo de la recuperación. Es un mensaje de esperanza para quienes sufren de adicción y es una oportunidad de educar a cualquiera que desee escuchar.
La adicción a las drogas es una enfermedad muy estigmatizada. Muchas de sus víctimas guardan silencio pues se sienten culpables, avergonzadas, confusas e impotentes. Yo me expreso para darles voz a aquellos que aún no la tienen.
A lo largo de mi jornada de recuperación averigüé lo que quería hacer con mi vida: trabajar en un establecimiento que ayude a personas como yo. Mi propósito en la vida es ayudar a otros que luchan con la adicción y mostrarles que hay otra forma de vivir. Ningún adicto debería ser rechazado por la sociedad. Quiero que me vean y que sepan que ya no tienen que luchar.
“Estoy absolutamente convencido de que la sensación de sentirse valioso, la sensación de poder dejar huella en el mundo siendo quienes somos por dentro es esencial para vivir.” (Fred Rogers)
Estar en esta línea de trabajo significa salvar vidas. El impacto que pueda tener en la vida de una persona me significará más que cualquier otra cosa.
* El artículo de Fred Rogers, “Children and Magic and Drug Abuse” se adaptó del cuarto programa de una serie de televisión llamada “The Turned On Crisis: The Shade of a Toothpick”, que fue producida por WCET, la estación de televisión de Cincinnati y trasmitida en febrero de 1971.